“Incluso cuando no es completamente alcanzable nos convertimos en mejores personas al intentar perseguir una meta más alta.” -Viktor Frankl
¿Tener paciencia, se trata de resiliencia?
En el tercer trimestre del año 2023, el porcentaje de personas ocupadas laboralmente alcanzó el 97.2% de la población económicamente activa en México, estamos hablando de 59.17 millones de trabajadores, por lo que podemos deducir que hay un buen número de personas en este país que hemos pasado, me cuento entre ellas, por procesos de reclutamiento para lograr ser contratados.
Pendientes del teléfono, como cliché del episodio del primer enamoramiento, el humor se nos va al piso cuando pasa una semana sin recibir una respuesta de cualquiera de esos potenciales amantes, los Técnicos en Reclutamiento, Jefes de Recursos Humanos o de las personas del otro lado de la historia, que hacen que la incertidumbre y el estrés funcional, normal en cualquier proceso, se conviertan en un estrés prolongado, al que ya podemos sumarle cuentas sin pagar, días sin tener contacto con otras personas, emergencias sin posibilidades o recursos para ser atendidas, sueños que se van desmoronando, metas y objetivos que ya pueden olvidarse de ser vividos o simplemente las pérdidas y, mientras los días se suman, las confianzas en una misma y en el entorno, se restan.
La primera entrevista se vive como una primera cita, con una sostenida y excitante emoción, llegan la segunda y la tercera entrevista, se van escalando personas en el organigrama, pero alguna de ellas no nos ve atractivos, no sintió esa conexión amorosa necesaria y ahí termina el romance; se entiende, una no es para todos, ni todos son para una, pero en muchas ocasiones no existe un mensaje simple, concreto, que nos desilusione de una vez por todas y así poder cambiar de página, reagrupar y seguir. Primera, segunda, tercera entrevista, ¡en breve nos pondremos en contacto contigo! Nunca sucede, esa última llamada no llega, lo que deja un ciclo sin cerrar, preguntas sin resolver y pone a prueba nuestra resiliencia, la resistencia a la frustración y a los fracasos que pueden pavimentar, o no, el camino al éxito; en una palabra, paciencia.
Pero ¿qué sucede primero, la resiliencia o la empatía?
En la descripción de la vacante podemos leer que se requiere resiliencia y tolerancia a la frustración, aunque no se advierte que se requieren desde el proceso inicial de selección, porque seguro este se convertirá en un camino de meses, en los que algunas veces tendremos un aviso, un mensaje de texto y otras, un profundo y aterrador silencio. Algunas vacantes se anuncian con un lindo periodo delimitado, durante el cual se comienza y se finaliza el proceso, algo tan simple como “si en 30 días no nos comunicamos con usted, entonces no ha sido seleccionado”, lo que ayuda mucho a cerrar la esperanza con la posición solicitada, pero en la gran mayoría de los procesos, no hay tiempos, no hay estructura, no hay formalidad. Se tenía que decir y ya lo dije.
Por otro lado, como Reclutadora, porque también he estado en la posición de tener en mis manos cientos de hojas de vida, con la posibilidad de contratar a una sola persona, esperando que los dueños de la vacante, el Jefe, del Jefe, del Jefe, den su luz verde para continuar con un candidato u otro o que a la mitad de la selección, con cinco personas entrevistadas múltiples ocasiones, alguien con el poder suficiente de retrasarlo todo, se levante de un humor extraño y pida comenzar todo de nuevo, dejando olvidado el trabajo que se ha llevado semanas y posiblemente, meses y peor aún, dejando detrás las expectativas que hemos alimentado en esos candidatos que han avanzado en el proceso. ¿Cómo les hago llegar la notificación a esos cinco candidatos? ¿Cómo les hago saber a los cientos de personas que enviaron su esperanza en ese pedazo de papel, que no serán considerados?
Claro que la resiliencia se pide desde el inicio del proceso y sin goce de sueldo, pero debe existir una reciprocidad empática de una comunicación directa, concisa y sincera en la que podamos establecer mecanismos automáticos, ya sea con correo electrónico, mensajes de texto masivos, una llamada o un programado mensaje mediante IA, para dejarles saber a todas las personas que están interesadas en ser la mejor opción para cumplir el llenado de una vacante, que no están consideradas, en el mejor de los casos, con una retroalimentación sobre su desempeño, algo que aporte a sus vidas una sensación de certidumbre y que, mediante la retroalimentación, inspire al crecimiento y a la preparación.
Concluyo que la empatía aplicada a los procesos de selección contribuye a generar resiliencia en los aplicantes. Soy consciente de que, como Reclutadora, no me toca educar o fortalecer al candidato con habilidades que debe tener como profesional, pero sí tengo la responsabilidad de contribuir a su mejor experiencia en el proceso, porque somos el contacto laboral con personas sin empleo o personas que buscan crecimiento, de alguna manera cuando nos hacemos presentes en sus vidas, llevamos un mensaje de cambio. Siempre será mejor conocer en dónde ya no se puede continuar avanzando y desde ahí, con la cara en alto y un profundo respiro, buscar nuevos caminos.