Por: Yoelle Rojas
Ahora que atravesamos por una transformación digital en la manufactura, debemos estar al tanto de las necesidades que conlleva el hecho de fortalecernos con ayuda de las tecnologías. Uno de esos temas inevitables tiene que ver con la ciberseguridad.
La seguridad es probablemente el concepto más perseguido por la manufactura. Queremos estar seguros de ser competitivos, buscamos la seguridad para evitar accidentes en la planta de producción, mientras que, en el negocio, buscamos planificar nuestra respuesta ante cualquier riesgo para asegurarnos de tener las menores pérdidas posibles.
Esta última idea nos trajo al nearshoring como respuesta a los estragos de una pandemia que el sector no esperaba. Desde entonces, ha incrementado nuestra urgencia por incorporar tecnologías digitales y mantener el alto grado de competitividad de México en varios sectores como el de electrodomésticos.
Pero automatizar los procesos manufactureros e integrarnos a una estructura que depende cada vez más de la maquinaria y sus sistemas informáticos requiere pensar forzosamente en cómo proteger esta forma de operación.
La ciberseguridad ya había sido identificada por la consultora Deloitte, antes del Covid-19, como uno de los eslabones primordiales en las fábricas inteligentes. Para 2019, 24% de los encuestados no realizaban evaluaciones anuales de ciberriesgos pero, añadía, incluso aquellas que sí lo hacían, analizaban de forma inadecuada.
Podríamos interpretar en este ejemplo que, en general, estas empresas focalizaban sus esfuerzos en la adopción de tecnologías y la inversión de infraestructura, sin considerar su protección de los ataques digitales o lo hacían de forma deficiente.
En esta discusión, empecemos por saber qué hay que proteger. En principio, diría que debemos garantizar el funcionamiento correcto y continuo de todos los procesos en la cadena de producción.
Esto nos evita perder capital por la interrupción de la manufactura; para nosotros el tiempo es más que oro, es prevenir la pérdida de empleos, de proveedores, compradores e inversores.
Defender a nuestras empresas con base tecnológica también incluye vigilar el comportamiento de la cadena de suministro y cuidar todas las relaciones que ocurran en estos procesos.
Trabajar así no es algo desconocido, pero el hecho de producir bajo una estructura tecnológica obliga a nuestros equipos a estar alertas de aspectos como el detenimiento de procesos y el robo de información sensible, por ejemplo, la propiedad intelectual, los datos personales de nuestro capital humano e itinerarios.
Cualquiera pensaría que la automatización nos permite delegar responsabilidades, pero la verdadera razón por la que nos apoyamos en las tecnologías y la maquinaria más innovadora es para simplificar tareas que le permitan al personal focalizar sus esfuerzos donde se les puede aprovechar de manera más estratégica.
Es por eso que las tecnologías no nos han quitado responsabilidades, al contrario, nos han añadido otra muy importante y no siempre valorada como merece: la ciberseguridad.
Hoy en día existen profesionales y varias compañías que ofrecen servicios de ciberseguridad apoyadas en nuevas tecnologías, como el big data o la inteligencia artificial (IA), que facilitan el análisis de grandes bases de datos. Integrarlos a nuestros equipos de trabajo es esencial.
Los datos de Capgemini revelaron, en 2019, que dos terceras partes (69%) de las empresas consideradas en su estudio reconocían que no serían capaces de responder ante amenazas de ciberseguridad sin ayuda de la IA.
El comportamiento actual de la manufactura, cimentado cada vez más en la transformación digital, nos exige adentrarnos en un proceso dinámico que no podemos dejar para después.
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