La
cuarta revolución industrial ya está aquí, y nosotros tenemos que adaptarnos.
La industria está haciendo una apuesta por mayor conectividad y automatización,
buscando optimizar los procesos de fabricación industrial.
Algunos
ejemplos son el uso de robots autónomos y colaborativos en almacenes, el uso de
Internet de las Cosas para el monitoreo de seguridad en plantas, el uso de técnicas
de deep learning y machine learning para obtención de información, la realidad virtual
y aumentada para procesos de capacitación, el uso de vehículos autónomos y la
nueva era de manufactura que nos ofrece la impresión 3D.
Y es
esta última, la manufactura aditiva, que por momentos queda relegada y tiene un
carácter importantísimo que no hemos entendido. En primer lugar es una tecnología
que no es nueva (los primeros equipos fueron desarrollados en los 80´s) pero es
hasta el 2009 que se liberan las patentes al dominio público, y comienza el
boom de la impresión 3D.
Hoy en día
podemos imprimir plásticos, resinas, fibra de carbono, cerámica, metales,
comida, e incluso órganos. Pero lo más importante, es que permite realizar
manufactura bajo demanda, lo que antes limitaba a pequeños productores (por
necesitar una inversión mayor para realizar moldes y fabricación de miles de
partes para recuperar sus inversiones).
En
lugar de tener un almacén lleno de partes y refacciones que podrían no usarse,
se pueden tener todos los archivos y modelos digitales, y al momento de
requerirlas, imprimir estas refacciones, todo bajo demanda.
Además
del cambio a inventarios digitales, es un proceso que permite descentralizar la
producción, e imprimir lo necesario más cerca del cliente final, lo que permite
a productores locales integrarse a las cadenas productivas.
La
impresión 3D, en todas sus variantes, permite un alto grado de personalización,
lo que quiere decir que se acabaron aquellas adaptaciones de partes similares
al no conseguir el modelo original y llega la creación de objetos personalizados
y a la medida de cada cliente. Aquella refacción que sólo puedes pedir por
cientos de piezas a China, y que tardará semanas en llegar, la pueden diseñar e
imprimir a 30 minutos de tu fábrica.
Y esa
es otra de las ventajas de la manufactura aditiva, permite un proceso desde
ideación, diseño y producción, transparente y colaborativo, conectando a
diseñadores, ingenieros, y centros de manufactura.
Otro
aspecto importante, es la sustentabilidad de la manufactura aditiva, y también
en ese aspecto hay buenas noticias. Debido a que es un método aditivo, y no de
sustracción de material, el scrap disminuye considerablemente. Además, existe
un estudio de la Metal Powder Industries
Federation, donde compara los pasos necesarios para fabricación de un engrane
para camiones, mediante manufactura convencional (sustracción) y manufactura
aditiva (impresión 3D).
Este
estudio encontró que se disminuyó de 17 a 6 pasos el proceso de producción, y que
con impresión 3D el consumo energético fue menor al 50% de lo que se consumió
por manufactura convencional. Si a esto añadimos, que con producción local y
bajo demanda se evitan envíos, la huella de carbono de un producto realizado
con impresión 3D es mucho menor que los métodos de producción convencional.
Y este
es el mensaje que quiero transmitirles, apostemos por la manufactura aditiva,
colaborativa, descentralizada y bajo demanda. La industria está cambiando, y es
momento de adaptarse.
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