Juraba que, después de 2011, tras los devastadores efectos del terremoto y tsunami en Fukushima, Japón, en términos de pérdidas de vidas humanas y el impacto económico, las empresas industriales habían aprendido la lección: estar preparadas ante los inminentes riesgos de sufrir interrupciones en el suministro de insumos y componentes, y garantizar su actividad operativa ante cualquier escenario.
Pero los seres humanos tenemos esa manía de pensar que una tragedia difícilmente nos sucederá dos veces. Así que nos tocó enfrentarnos a la pandemia del Covid-19, la cual nos mostró, una vez más, la debilidad que la mayoría de los negocios tienen para reaccionar ante interrupciones a gran escala.
Quizá nunca antes pensamos en el papel que puede llegar a jugar China para nuestras operaciones cotidianas, pero lo que empezó en esa pequeña ciudad llamada Wuhan y se extendió rápidamente a otras regiones del dragón asiático, terminó por afectar las cadenas de suministro de una decena de industrias de todo el mundo que enfrentaron una crisis de abastecimiento de partes y componentes provenientes del país asiático, lo que, en consecuencia, generó escasez de algunos productos.
Una situación que, de haber aprendido la lección de Fukushima, no debería haberse repetido. Así que aquí estamos de nuevo, viendo la luz al final del túnel de esta histórica pandemia. La pregunta es si estás poniendo manos a la obra para reducir esa vulnerabilidad que enfrenta tu negocio.
¿De qué hablo? Estoy seguro de que sabes, de primera mano, cuál es la situación operativa y económica de tus proveedores directos, pero ¿tienes ese nivel de conocimiento en un segundo o tercer nivel de tu cadena de valor? Deberías saberlo porque, si esos proveedores fallan, es probable que colapse toda la cadena de la que depende tu empresa.
La respuesta a esto es construir una cadena de suministro resiliente —flexible, resistente y adaptable a situaciones inesperadas—, pero no quiero engañarte ni crear falsas expectativas: hay un montón de información en la web minimizando el reto que implica hacerlo. En lugar de ello, quiero ser honesto respecto a todo el trabajo que hay detrás, pero que, créeme, necesitas hacer.
De acuerdo con el profesor del MIT, David Semchi-Levi, un aspecto clave para desarrollar resiliencia en tu cadena de valor es llevar a cabo una prueba de estrés, pues es muy útil para ayudar a las empresas a encontrar riesgos donde menos lo imaginan.
“La mejor manera de hacer que las cadenas de suministro sean más resilientes es mapear las capas de proveedores, plantas de fabricación, distribuidores y otros elementos de la red logística y aplicar una prueba de estrés para evaluar la capacidad de recuperarse de la interrupción de estos sitios”, escribe David Semchi-Levi en un artículo para la prestigiosa Harvard Business Review, y añade: “Una vez que se entiende dónde están localizados esos cuellos de botella, deben considerarse estrategias de mitigación, lo que incluye añadir capacidades de manufactura y proveedores, así como considerar un stock de reservas”.
Desde la experiencia que hemos acumulado con nuestros clientes, hemos creado una guía de cinco pasos para hacer un análisis de este tipo que, estoy seguro, te será de mucha utilidad para volver más resiliente tu cadena de suministro. Espero que te den una idea del trabajo que te espera:
1. Contar con un proceso continuo de análisis de riesgos. Este aspecto incluye determinar en qué procesos o eslabones puede haber disrupciones y qué amenazas representan en términos de servicio, lead time y costo. Por ejemplo, será clave conocer la relación entre todo tu portafolio —qué productos tienen mayor volumen y rentabilidad por canal— y aquellos materiales o procesos productivos impactarán más en caso de una disrupción en el suministro. Con información de este tipo podrás elaborar una matriz de priorización para definir en qué parte están las mayores vulnerabilidades.
2. El segundo paso es hacer un mapeo estratégico de proveedores —lo que debe incluir sitios de producción, almacenamiento y distribución— que esté basado en el análisis de riesgos, de acuerdo con las particularidades de las regiones donde se encuentren, contra su importancia para el negocio. Este análisis no solo debe incluir a tus proveedores directos, sino tratar de ir hacia otros niveles 2 y 3 de la cadena de valor —conocer aquellos proveedores de tus proveedores que fabrican componentes críticos y de los que resulta difícil, pero no imposible, conseguir alternativas de suministro, pero es ideal que lo sepas desde ahora y actúes en consecuencia— para priorizar acciones, escenarios y planes alternos preestablecidos.
3. Tener un proceso de Torre de control que parta del demand sensing e integre la planeación de la demanda —basado preferentemente en tecnologías de inteligencia artificial y big data para mejorar la precisión de los pronósticos— para identificar estas disrupciones y que pueda lanzar alertas en tiempo real —o, incluso, predictivas— que te permitan reaccionar rápidamente minimizando impactos mayores. Con estas herramientas, tus equipos de planificación de ventas y operaciones podrán construir una imagen de la demanda futura considerando varios escenarios de recuperación y alineando la estrategia con producción y logística, lo que, a su vez, te permitirá saber si debes añadir nuevas capacidades de manufactura a tu negocio.
4. Es necesario gozar de cierta madurez en términos de procesos, tanto en estandarización como en su nivel de confiabilidad y tener un gobierno corporativo claro que facilite restablecer las operaciones rápida y eficazmente.
5. Con el uso de las tecnologías emergentes de Industria 4.0 también es posible desarrollar un gemelo digital de la cadena de suministro que te ofrezca datos críticos y oportunos para tomar decisiones inteligentes que faciliten la reanudación de las operaciones de forma inmediata ante cualquier evento imprevisto.
Como verás, crear resiliencia en tu cadena de suministro es una tarea minuciosa, compleja, pero clave ante escenarios caóticos y extraordinarios —de nuevo, nadie creía que lo del Covid-19 nos pudiera suceder—. No hacerlo, sería el equivalente a conducir tu auto sin tener un seguro que te cubra ante desastres y accidentes. ¿Te atreverías? Yo tampoco.
Jaime Ortega, socio director de Exertus Consulting Group