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Sin ciencia no hay futuro

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Érase una vez dos países en vías de desarrollo con altos grados de pobreza, uno decidió invertir en Ciencia y Tecnología (CyT), mientras que el otro no. 


Hoy en día ese que decidió invertir en Educación, Ciencia y Tecnología, llamado Corea del Sur, se ha vuelto un país desarrollado cuyos ciudadanos cuentan con una buena calidad de vida y una economía vibrante basada en el conocimiento. El otro, México, sigue como país en vías de desarrollo. 


Ejemplos: como el de arriba mencionado dan muestra del gran impacto que la inversión en CyT, y la creación de una infraestructura que promueva la innovación y la participación de la industria, tiene para un país y su sociedad. Invertir en educación, CyT y promover la participación industrial en estas actividades, no da como resultado una mejora en la calidad de vida de las personas de forma inmediata, pero es un camino seguro para el desarrollo de un país a largo plazo. 


En México, aún con el cambio de Gobierno, seguimos con la tendencia de no considerar a la CyT como pilar dentro de la visión a largo plazo de nuestro país. Esto se vio reflejado en la inclusión de solo un párrafo sobre este tema en el plan Nacional de Desarrollo, aunado a una reducción entre el 20 y 30% a salarios de investigadores en Centros de Investigación Federal y del 15.6% en el presupuesto del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT); alcanzando una reducción del 50% con respecto al financiamiento obtenido en 2015. 


Esto ha provocado que varios Centros de Investigación hayan alertado sobre su posible colapso ante las continuas solicitudes de reducción de presupuesto.

Ante esta realidad, ¿todo depende del Gobierno? La respuesta general es no. 


En países desarrollados la inversión en CyT se da primordialmente a través de la iniciativa privada; sin embargo, en un país como el nuestro, se deben crear primero las condiciones y apoyos para generar que la industria pueda invertir de forma continua en proyectos, de preferencia de la mano con Instituciones de Educación Superior, que puedan resultar en innovaciones que les den ventajas tecnológicas sobre su competencia a nivel nacional e internacional. 


Esta de alguna manera fue la idea detrás del Programa de Estímulos a la Innovación, en el que el Gobierno Federal financió 5,970 proyectos, de los cuales el 57% correspondió a micro y pequeñas empresas. 


La realidad del país nos obliga a replantear la existencia de este tipo de programa y exigir su uso eficiente y transparente, pero no a su desaparición como está sucediendo. 

A 6 meses de iniciar la nueva administración, queda tiempo para corregir el rumbo y darle a México el futuro que merece, siempre recordando que sin Ciencia no hay futuro.    



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