Podrá sonar a
contracorriente, pero creo que la inminente renegociación del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte que iniciará el 16 de agosto entre México, Canadá
y Estados Unidos, presenta una gran oportunidad para que nuestro país negocie
desde una posición sólida y obtenga más beneficios de los que pensaba.
Nadie en Coahuila o
Nuevo León, por ejemplo, puede imaginarse un escenario de ruptura del Gobierno
de Trump con sus aliados comerciales que dé al traste con la red logística y de
armadoras de la industria automotriz que se ha tendido en América del Norte en
las últimas dos décadas.
Es difícil imaginar
una interrupción abrupta de las relaciones económicas entre México y Estados
Unidos que estrangulara el flujo de importaciones y exportaciones, de capitales
y de recursos humanos que constantemente fluyen por la frontera en ambos
sentidos y que constituyen una red de activos que no pueden desecharse
fácilmente.
¿Quién perdería más
con la disolución del TLCAN si ese fuera el caso? Estados Unidos sería el gran
perdedor, no hay discusión en ello, empezando por las armadoras automotrices
estadounidenses, para las cuales sería devastador el golpe.
De cualquier manera,
el TLCAN necesitaba una renegociación y puesta al día. El gran pecado de los mexicanos
quizá fue de omisión al no haber sido ellos los que plantearan primero sobre la
mesa la necesidad de revisar algunas partes del Tratado: el comercio digital de
bienes y servicios, por ejemplo, no tenía la relevancia que hoy tiene en el
intercambio comercial al arrancar el Tratado en 1994.
No hay mal que por
bien no venga, dice el refrán. El momento de la renegociación, quién lo hubiera
dicho en enero, no es precisamente de Trump. El equipo negociador
estadounidense que encabezará Wilbur Ross (Secretario de Comercio de EU) y
coordinará Robert Lighthizer, no habla con estridencia, sino que se ha ceñido
al lenguaje comercial, eso ya es un buen comienzo.
Con tantas crisis
internacionales y problemas internos en puerta para el Gobierno de Trump, no
esperaría de la delegación estadounidense una postura de fuerza arrogante, sino
una actitud de “let’s get down to business” enfocada a dar buenos resultados en
un corto plazo sobre la renegociación del Tratado (ellos lo quieren listo ¡Para enero del 2018!).
Ya se sentaron a
negociar los Estados Unidos: esa es la gran oportunidad para México. A río
revuelto, ganancia de negociadores.
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