Reinventar el liderazgo es indispensable ante la necesidad creciente de aumentar la velocidad de respuesta en las compañías. La tecnología ha avanzado constamentemente y ha generado cambios, pero el reto está en cambiar la cultura.
Durante el Foro ERIAC Live Exponential, Salvador Alba, expresidente del Tecnológico de Monterrey, expuso que se requiere flexibilidad y capacidad de que todos en la organización innoven para generar la transformación.
Uno de los principales retos pospandemia es la hiperconectividad. Alba señaló que, hace cinco años, había dos conectores WiFi por habitante; hoy, existen siete por cada uno. Esto cambia la interacción tanto al interior (equipos) como al exterior de las empresas (clientes).
Se proyecta que, en los próximos 10 años, habrá 15 o 20 [conectores WiFi] por persona. Toda la vida y procesos, máquinas, nuestro propio cuerpo, estarán conectados. La presencia física será, en muchos casos, innecesaria, dijo.
Los tres principales retos pospandemia:
1. Cambio exponencial impredecible.
2. Hiperconectividad.
3. Crear nuevo conocimiento: innovación.
Para responder ante los retos futuros, es necesario evolucionar a una cultura de colaboración, compromiso y creatividad, en la que la organización jerárquica se disuelva: invertir la pirámide y enfocarse en el cliente, en servir.
Hoy no se vale que un grupo pequeño sea el que decide cuando en realidad la persona más importante para tomar deciones es quien esté en frente del cliente. En ese momento, él tiene que responder y darle un servicio de inmediato; si tiene que recurrir a la escala piramidal, la empresa se va morir tarde o temprano.
Uno de los principales requerimientos del cambio es el tiempo del líder: que dedique un momento a crear, aprender, y ejecutar. Que encuentre un balance entre delegar la operación pero sin delegar la cultura, ni la capacidad de aprendizaje de una organización.
Esos son los líderes que pueden llevarte a una organización diferente, que sobreviva, que, inclusive, se atreva a autodestruirse para encontrar productos o servicios que los diferencien en el largo plazo, compartió Alba.
Para concluir, señaló que es necesario un nivel de liderazgo que emplee otras formas de reconocer y evaluar el talento de una persona. Que exista la posiblidad de que un colaborador tenga una idea que, aunque pueda poner en riesgo los productos actuales, le dé una nueva vida a la empresa.
Debemos empezar a medir los intangibles a través de lo más valioso que tenemos en nuestras organizaciones: el talento. El mayor riesgo es no moverse: ser irrelevantes, perder ventajas competitivas, no estar en la jugada de un mundo global que le apuesta al talento y la cultura, finalizó.