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Aunque los conflictos pudieran presentarse en diferentes escalas y escenarios, esto podría ser debido al desempeño de los sectores, entre los que destacan como los más afectados la industria y los servicios, mismos que predominan y debilitan a diversas regiones en distintas formas. Es por ello que reorientar los programas de apoyo permitiría no solamente afrontar la crisis de forma general, sino equilibrar de manera más directa y equitativa a las entidades más afectadas para llevar a cabo una eficiente recuperación, de no ser así podría desequilibrar aún más al país al tener una mayor desigualdad en materia de crecimiento y desarrollo económico.
Es fundamental sectorizar el análisis de los casos de las distintas entidades, ya que las dinámicas son variadas como Guerrero, Oaxaca y Chiapas, que, a pesar de ser de los estados con mayores índices de pobreza, el nivel de desempleo y de productividad han tenido leves cambios negativos, debido a que son las entidades principalmente beneficiadas de los subsidios y apoyos sociales que emite el gobierno federal. Sin embargo, sectores como el de servicios (comercio y turismo) que suma una aportación promedio del 40%, es el único dañado por razones de sanidad y las restricciones de movilidad de personas, ante esto puede que cueste más tiempo resurgir económicamente, y de ser así caería todo el peso en el sector primario.
En la zona centro del país, donde ha habido más disrupciones brutas en materia de manufactura, por ejemplo los estados que componen la Alianza del Bajío (San Luis Potosí, Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro y Jalisco) que aportan el 17% del Producto Interno Bruto (PIB), han hecho frente a esta situación con mayor negatividad al tener que frenar su principal industria de producción, a raíz de la concentración de personas que se necesitan para poder operar y que hasta apenas bajo estrictas normas de salud inician la reapertura en sus plantas, aunque se estima que se tendrá un nivel de producción muy inferior en comparación a los resultados que se obtenían anteriormente, estas entidades podrían enfrentar la crisis con una mayor rapidez debido a la reactivación global en el sector automotriz.
Por último, la región norte como Coahuila, Nuevo León, Sonora y Baja California por su gran relación y acaparamiento de la demanda del mercado estadunidense, eso podría servir como soporte para tener una reactivación económica rápida, aunque también de manera paulatina. Esto dependerá de la aceleración y control de contagios del Covid-19 e incluso gran parte de las fluctuaciones y cambios en el PIB nacional serán en función de estos estados que son los que generan el mayor número de ingresos por la vía fiscal.
En definitivo, los principales riesgos se encuentran en la debilidad estructural del estado que podría comprometer aún más la estabilidad macroeconómica, encima de las condiciones de crecimiento para el país que enfrentan un nivel de inversión deprimido, un nivel de consumo privado debilitado y una inversión fija bruta inestable, esto último a raíz del comportamiento en las cifras de desempleo y algunos problemas sociales como la inseguridad o violencia.
Es fundamental sectorizar el análisis de los casos de las distintas entidades, ya que las dinámicas son variadas como Guerrero, Oaxaca y Chiapas, que, a pesar de ser de los estados con mayores índices de pobreza, el nivel de desempleo y de productividad han tenido leves cambios negativos, debido a que son las entidades principalmente beneficiadas de los subsidios y apoyos sociales que emite el gobierno federal. Sin embargo, sectores como el de servicios (comercio y turismo) que suma una aportación promedio del 40%, es el único dañado por razones de sanidad y las restricciones de movilidad de personas, ante esto puede que cueste más tiempo resurgir económicamente, y de ser así caería todo el peso en el sector primario.
En la zona centro del país, donde ha habido más disrupciones brutas en materia de manufactura, por ejemplo los estados que componen la Alianza del Bajío (San Luis Potosí, Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro y Jalisco) que aportan el 17% del Producto Interno Bruto (PIB), han hecho frente a esta situación con mayor negatividad al tener que frenar su principal industria de producción, a raíz de la concentración de personas que se necesitan para poder operar y que hasta apenas bajo estrictas normas de salud inician la reapertura en sus plantas, aunque se estima que se tendrá un nivel de producción muy inferior en comparación a los resultados que se obtenían anteriormente, estas entidades podrían enfrentar la crisis con una mayor rapidez debido a la reactivación global en el sector automotriz.
Por último, la región norte como Coahuila, Nuevo León, Sonora y Baja California por su gran relación y acaparamiento de la demanda del mercado estadunidense, eso podría servir como soporte para tener una reactivación económica rápida, aunque también de manera paulatina. Esto dependerá de la aceleración y control de contagios del Covid-19 e incluso gran parte de las fluctuaciones y cambios en el PIB nacional serán en función de estos estados que son los que generan el mayor número de ingresos por la vía fiscal.
En definitivo, los principales riesgos se encuentran en la debilidad estructural del estado que podría comprometer aún más la estabilidad macroeconómica, encima de las condiciones de crecimiento para el país que enfrentan un nivel de inversión deprimido, un nivel de consumo privado debilitado y una inversión fija bruta inestable, esto último a raíz del comportamiento en las cifras de desempleo y algunos problemas sociales como la inseguridad o violencia.