Héctor A. Gil Müller: Un nuevo cerebro

Coahuila
Héctor A. Gil Müller .
Febrero 2020
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Hoy sabemos que el gran director, quien controla toda nuestra bioquímica y quien nos hace ser como somos, estar como estamos, es el cerebro humano, él supera cualquier sistema artificial inteligente al día de hoy, tiene una capacidad de almacenamiento de 280 trillones de bytes, 10,000 millones de neuronas son más que las estrellas de la vía láctea, y cada una de ellas puede establecer de 10,000 a 50,000 contactos con células vecinas, recibiendo miles de mensajes. Nuestro cerebro tiene una capacidad similar a 20 millones de libros de 500 páginas.
Y ese órgano de 1.5 kilogramos de peso aproximadamente determina nuestro futuro. Quizá un buen sistema digestivo le permita una estancia placentera durante su jornada laboral, pero no será nada en comparación con un cerebro que le permita hilar lo suficiente para resolver los entresijos de la productiva cotidianeidad.
Daniel Goleman hablaba sobre cómo contratamos a las personas basándonos en su inteligencia analítica, pero las despedimos por culpa de su inteligencia emocional, Gardner ya había hablado de las diferentes inteligencias, si para resolver problemas se trata, la grafía no es la única solución.
Grandes adelantos se han logrado por fusionar el espacio con la matemática, la música con el habla, y la capacidad proxémica con la simbólica. Así la aproximación conceptual al proceso no asegura su eficiencia.
David Ulrich definió el talento como la capacidad por compromiso. El compromiso es una energía que aumenta o disminuye según las circunstancias. Robert Sternberg, de Yale, llamó inteligencia contextual a la capacidad para seleccionar los contextos donde podamos sobresalir y de moldear el ambiente para adaptarlo a nuestras cualidades.
La dislexia que hasta el siglo pasado se consideraba una deficiencia, hoy es un don. Los disléxicos son pensadores visuales, multidimensionales, intuitivos y muy creativos, que suelen ser marginados en un mundo cada vez más obsoleto, que concede mayor importancia a la palabra que a la imagen. Thomas Petzinger, escribió que “el cerebro disléxico es el cerebro del siglo XXI”.
Ya no es suficiente el genoma, arquetipo primario de nuestro ser, ahora debemos atender al ambioma, el contexto en el cual nos desarrollamos. Parafraseando a Matt Ridley; La naturaleza humana es una mezcla de los principios generales de Darwin, la herencia de Galton, los instintos de James, los genes de De Vries, los reflejos de Pavlov, las asociaciones de Watson, la historia de Kraepelinm, la experiencia formativa de Freud, la cultura de Boas, la división del trabajo de Durkheim, el desarrollo humano de Piaget y la creación de lazos afectivos de Lorenz. Es un trabajo en equipo el ser humano.
Hoy requerimos momentos extraordinarios, como los llamó Jack Zenger a la reunión de tres circunstancias:
1. Estar trabajando sobre las fortalezas que uno tiene y sus máximas capacidades
2. Estar contribuyendo de forma especial a las necesidades y objetivos de la organización
3. Y además, que aquello que estás haciendo te ilusione, interese y apasione.
Debemos orientar nuestro cerebro al interés, a la pasión y a la máxima capacidad que el contexto nos requiere. Hoy debemos moldearnos al ambiente, ser mejores no a partir de nuestra potencia sino de cada exigencia.