Los proyectos energéticos no arrancan y, más
preocupante, se minimizan los problemas o se encuentran teorías que violan la
lógica tanto técnica como económica.
En el sector eléctrico la situación, iniciando por
las dos Bajas, resulta insostenible y demuestra una falta de empatía que raya
en el cinismo. Cualquiera que haya estado en Mexicali, con temperaturas de 50
grados centígrados a la sombra, entiende la gravedad de no contar con
suministro eléctrico.
Aunemos el costo que implica para la los usuarios
cuando los procesos se detienen y hay pérdidas económicas cuantiosas; un lastre
muy pesado para la economía. La Península de Yucatán no la lleva mejor: los apagones,
así como desconexiones diarias, son pan nuestro de cada día.
Pasando al sector de petróleo y gas la coyuntura no
es menos preocupante. Después de los meses perdidos en la “negociación” de los
gaseoductos, que en realidad fue patear el bote para delante, disminuyendo los
pagos cercanos y aumentando el periodo de 25 a 35 años. Si alguien piensa que
esto es un éxito vale la pena haga las corridas a valor neto presente y verá
que, si acaso, salimos a mano.
La falta de gas ahorca a la península de Yucatán.
Dada la poca disponibilidad de gas CFE opera plantas generadoras con diésel en
lugar del combustible para el que fueron diseñados: menor eficiencia y mayor
emisión de CO2.
Aquí no acaban los problemas, quizá mucho más
preocupante, para los lectores de Mexico Industry, resulta el que no contamos
ya con disponibilidad de energía en la zona más pujante de México: el Bajío.
Dada la desarticulación de CFE, el Centro Nacional
de Control de Energía (CENACE) pide a los que desean contar con servicio eléctrico
inversiones que son a todas luces responsabilidad de CFE.
La filosofía de un CENACE independiente es el
garantizar un sistema confiable y robusto. Para ello indica a la Secretaría de
Energía las inversiones necesarias mismas que, en teoría, deberían de
realizarse a través de CFE.
Así cada nuevo participante, ya bien generador o
centro de carga, sólo tendría que pagar por las inversiones necesarias para no
afectar el sistema eléctrico nacional (SEN), es decir mantener el mismo nivel
que se tenía previamente.
El grave problema que enfrentamos consiste en que
estas inversiones no se han materializado, por lo que un nuevo participante
tiene no sólo que pagar por su impacto
al sistema sino cubrir el déficit de inversión; es decir corregir situaciones
preexistentes. Esto resulta en costos que hacen inviable la realización de los
proyectos ahuyentando la inversión: si no cuento con energía pongo mi dinero en
otra parte.
Creo que es el momento de que, en forma urgente,
retomemos el esquema de Temporada Abierta. Éste permite agrupar las demandas,
evitando la pulverización actual, para realizar un proyecto más robusto y
confiable adicionando una realización más expedita.
Tenemos más de cinco años de atraso y sumemos que
antes de 36 meses no se podrá revertir la situación. Debemos iniciar el proceso
tanto en petróleo y gas como en electricidad: si no la meta del 4 % de
crecimiento del PIB será imposible de lograr.